lunes, 5 de agosto de 2013

El dedito del Sr. Urkullu (carta abierta al lehendakari que difícilmente llegará a sus manos)




Estimado Sr Urkullu:

Aunque los noticieros del  pasado 1 de Agosto llegaron cargados de titulares que provocaban con facilidad la indignación (Rajoy en el Congreso explicando que “no le consta” la financiación ilegal de su partido durante más de 20 años, el mismo individuo intentando soltar el pesado lastre en que se ha convertido su amigo y tesorero diciendo eso de que “yo no fui”,  coletazos de los ERES de Andalucía, altos cargos del gobierno Balear entrando y saliendo –y que viva “la puerta giratoria-“ de la cárcel, Berlusconi  y un largo etcétera)  a mí el que más irritación me causó - ¡fíjese qué cosa, con lo difícil que era!-  fue el que acompañaba una foto suya señalando, amenazador, con su dedo, a algunas personas que le increpaban en Azpeitia. Según la crónica estas personas criticaban sus actuaciones políticas y le habían tachado de “fascista”.

No vivo en Euskadi. Con bastante seguridad no estaría de acuerdo con todos los motivos de esas personas para criticarle e increparle pero sí con su derecho a hacerlo. Si hubiera estado presente en aquél lugar y hubiera oído ese epíteto brotar de los labios de aquéllos indignados hubiera pensado, sin duda, que era una expresión excesiva e innecesaria, e, incluso, injustificada, pero después de ver la foto de su dedo blandiéndose contra ellos  creo que su actitud, Sr. Urkullu, les da toda la razón a ellos y se la quita a usted. Esa foto y la parte del relato que la compaña en que se explica que los policías que formaban parte de su corte identificaron a esas personas y les comunicaron que iban a ser multados por su actitud, nos lleva a pensar, a mí y a muchos, que quizás esos represaliados tenían las cosas más claras de lo que nos imaginábamos.

¿O hay que repasar algunas lecciones elementales de democracia? A ver, tomemos nota: ustedes son servidores públicos, llegan a los puestos que ocupan por decisión libre y sin coacciones y recibir y aceptar las críticas por lo que hacen “va en su sueldo”.  Incluso aquélla que se produce en tono intempestivo y a gritos, porque los ciudadanos que están en contra de lo que ustedes hacen, una gran mayoría según las encuestas, carecen de vías reales y legales para manifestar su disconformidad y su rechazo. Esas vías no existen porque a ustedes no les interesa y obligan a la gente a gritarles en la calle lo que tienen derecho a hacerles llegar cuando lo consideren adecuado.

Leo en la crónica que, después, justificó usted su deplorable comportamiento en la obligación de defender  las instituciones para pronunciarse también como un firme partidario de aumentar la cultura democrática de la población. Digno y previsible colofón para una torpeza injustificable: la cultura democrática empieza por dejar el dedito acusador metido dentro del bolsillo aunque le digan cosas que no le gusten, considere que otros lo sacan para hacer la peineta y resulta igual de obsceno, y parapetarse en las instituciones para rechazar las críticas que legítimamente les hacen a ustedes por lo que ustedes hacen es algo tan ofensivo como usarlas para sus intereses cuando les conviene. De esto último, como sabe, llegan noticias a millares todos los días.

Le envío esta pequeña misiva a una dirección de email del gobierno vasco que he encontrado,  casi por casualidad, tras grandes esfuerzos de búsqueda por internet, aunque dudo mucho que llegue alguna vez a sus manos (quizás debería decir a “sus ojos” para adaptar el lenguaje a los formatos de esta era digital en la que vivimos). Como previsiblemente no llegará, para que usted sepa lo que pienso de su actitud, un derecho democrático que ustedes se encargan todos los días de que no pueda hacer realidad, no me dejan más resquicio que esperar a encontrarle algún día por la calle durante un acto público para gritarle todo esto que le escribo.

Aunque me arriesgue a que  luego me señale con su dedo inquisitorial antes de mandar a los guardias tras de mí para que me denuncien o para que me lleven preso.

Así nos va. Así les va.

Manuel Díaz Olalla


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