jueves, 17 de enero de 2013

No es un pais decente




Recientemente hemos conocido la noticia de que un español, D. Amancio Ortega, se ha convertido en la segunda persona más rica del mundo. Lejos de enorgullecernos por ello deberíamos estar profundamente indignados, sobretodo si situáramos esta información en el contexto mundial y nacional en el que se produce.
El meteórico y discreto magnate, que empezó de la nada y bla, bla, bla, es un portento multiplicando el dinero. Según consta en la hemeroteca de la revista Forbes (1) el gallego ha pasado de ser el número 23º de este ranking en 2010 con 14.800 millones de $ de patrimonio, a este segundo puesto en 2013, con 53.600 millones, después de pasar por el más que honroso quinto lugar en 2012 con una fortuna intermedia de 37.500 millones. Si es así este hombre tiene la capacidad de hacer “crecer” su fortuna al ritmo de unos 2.000 millones $ al mes. Lo dicho, un fenómeno. El capital es lo que tiene. Y sabido es que el que no especula no acumula.
Según la Agencia de Estadística de la UE, Eurostat, el porcentaje de población en situación de pobreza en España en 2010 era de un 25,5%, llegándose a superar el 27% en 2011 (ver http://www.elreferente.es/actualidad/sociedad/el-porcentaje-de-espanoles-en-riesgo-de-pobreza-vuelve-a-aumentar-en-2011-23238 ). Es decir, 12.690.000 personas, casi una de cada tres, viven en la actualidad en nuestro país en esta crítica situación, habiéndose incrementado esta penosa lista en un año en unas 705.000 personas. Cabe deducirse de ello que casi al mismo vertiginoso ritmo, y en el mismo espacio de tiempo, con que aquél as de los negocios multiplica su patrimonio una gran parte de los ciudadanos se quedan sin lo mínimo para llevar una vida digna. Y que lo que atesora uno sólo sea más que todo lo que posee un tercio de la población.
Un país como este es un lugar donde resulta muy dudoso que merezca la pena vivir. A no ser que se sea miembro de las élites políticas o económicas gobernantes. Un lugar donde la distribución de la riqueza no existe, donde por tanto la justicia social está ausente, no puede ser un país decente. Nadie puede defender un régimen ni un sistema como estos, que sólo están dispuestos para satisfacer el objetivo de procurar el bien a unos pocos y nada a la mayoría. A nadie le puede extrañar la desafección profunda de la población hacia la política y hacia quienes la gestionan que indican las encuestas y la calle. No basta con decir que la democracia es un sistema legítimo si a través de ella se puede consagrar una estructura política y social  tan insolidaria e injusta. El Estado ha fracasado en este país en su máxima y sublime función, precisamente en aquello para lo que fue concebido: defender a los  humildes de los atropellos de los poderosos.
Una vez así hay que empezar a pensar que es necesario darle la vuelta a esto.
                                            Manolo Díaz Olalla


    ( 1)    La fiabilidad de la información que produce esta revista es más que relativa. Algunos tendenciosos y falsos datos publicados por ella han devaluado enormemente su validez y su prestigio. En el año 2006 publicó que Fidel Castro era uno de los hombres más ricos del mundo con una supuesta fortuna atribuida de 900 millones de $. Fidel Castro retó a la revista y a quien quisiera de entre sus lectores a que demostraran la existencia de uno solo de esos $, prometiendo públicamente que a quien lo hiciera le regalaría gustoso la totalidad de la misma. A día de hoy los editores de Forbes siguen tan ricos como antes, pero no más,  pues no han sido capaces de ofrecer una sola prueba de la tan fabulosa fortuna del dirigente cubano.

Nota del A.- Mientras escribo esta humilde reflexión oigo que la esposa del Presidente de la Comunidad de Madrid fue indemnizada por la anterior empresa en la que trabajó, al abandonarla por voluntad propia, con la cantidad de 700.000 euros. Algo parecido, sin duda, a lo que les deben estar pagando a los trabajadores de TeleMadrid afectados por el ERE (más del 85% de la plantilla) por los 20 días por año trabajado sin rebasar las doce mensualidades. 

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