viernes, 16 de diciembre de 2011

Cuentas y cuentos


Por encima de las imperfecciones de la actual Ley Electoral española que rebajan la calidad democrática del sistema en su conjunto y que a ojos de una parte importante de los ciudadanos que así lo manifiesta, comprometen su legitimidad, persisten algunos tics muy poco democráticos de algunos dirigentes que contribuyen, en un absurdo y extraordinario esfuerzo, a fortalecer la actual desafección que existe en nuestro país hacia esta manera de regirnos y representarnos.

Sobre lo primero me referiré, por ejemplo, al conocido y espinoso asunto de que en virtud de la ley D´Hondt, los restos de sufragios que quedan en las circunscripciones electorales sin repercutir en el conjunto de la representación nacional se pierden. Por ello y según datos de las últimas elecciones generales, un diputado del PP se consigue con 58.229 votos, mientras que uno de IU-Los Verdes “cuesta” 152.801 sufragios. Es decir dos veces y media más estos que aquéllos. O lo que es lo mismo en términos de votos, 2 diputados de IU-LV están respaldados por la misma cantidad de votantes en el conjunto del Estado que 5 del PP. Por lo que mientras no cambie este sistema electoral, cuestión que reclaman no sólo muchos ciudadanos sino también bastantes partidos políticos, los diputados de los partidos minoritarios podrían esgrimir con mucha razón que están más respaldados por la ciudadanía que los de los mayoritarios. A partir de ahí, como se comprende, la representatividad teórica en que se apoya el sistema (un hombre, un voto) quedaría muy en entredicho.

Sobre lo segundo quería hacer referencia aquí al profundo rechazo que en una gran parte de la ciudadanía suscita la interpretación sesgada e interesada de los resultados que hacen algunos electos y sus organizaciones. El caso flagrante más reciente es el del diputado de CiU Durán i Lleida quién, poco después de conocerse el resultado electoral de los últimos comicios generales, declaró que como su partido había sido el más votado en Catalunya consideraba que las elecciones habían sido “un firme espaldarazo de la ciudadanía catalana a las políticas” restrictivas y de importantes recortes sociales (esta aportación es mía) “que está desplegando el Gobierno de la Generalitat”. Me imagino la cara de perplejidad de muchos electores catalanes, incluidos los que hayan votado a CiU, esforzándose tras escucharle en recordar en qué parte de la papeleta de voto de CiU figuraba el texto “con este voto usted respalda los recortes sociales que impulsa el gobierno de la Generalitat”. Seguro que no lo recordaron porque eso no figuraba. Y no lo hacía porque a la gente no se le consultó por ello sino para que decidiera qué representantes querían en el Parlamento del Estado. Todo lo demás son excesos del Sr. Durán que sólo hablan del escaso entendimiento que algunas personas en la vida política española tienen del auténtico sentido de la democracia y los sufragios, su significación y su alcance. Porque una vez abierto el melón de las interpretaciones injustificadas el Sr. Durán también pudiera sentir que su partido ha sido exculpado por los votantes de sus posibles responsabilidades en el escándalo del llamado caso Palau. Y en ese maremágnum de reducción al absurdo en el que “yo interpreto lo que quiero y como mejor me convenga”, con los mismos planteamientos metodológicos del Sr. Durán, la Sra. Sánchez-Camacho, con motivo de que el PP es el partido que más ha crecido en número de votos en Catalunya, muy bien pudiera haber concluido que “eso demuestra que la ciudadanía respalda la campaña de mi partido contra la política de inmersión lingüística del gobierno catalán”, a lo que el diputado de CiU, ese que abrió la caja de pandora de los excesos, no hubiera tenido más remedio que callarse. Y así hasta el desatino infinito.

Se debe exigir a los políticos sensatez e interés por la didáctica en momentos como estos. Y sentido común para que no ahonden, aún más, la brecha existente entre la ciudadanía y la clase dirigente (ver las últimas encuestas del CIS y sus inquietantes datos al respecto). Veamos por tanto: por más que la victoria del PP a nivel nacional en las elecciones del 20 de Noviembre haya sido contundente y sin paliativos, no es cierto, como se empeña en repetir el Sr. Rajoy, que su proyecto político haya sido respaldado, como él pidió a lo largo de  toda la campaña electoral, por “una amplia mayoría”. Si cogemos la calculadora y hacemos unas cuentas sencillas coincidiremos con el Profesor Vicenç Navarro en que con sus más de 10 millones ochocientos mil votos, el PP ha obtenido el respaldo de algo más del 30% del electorado nacional, que es de casi 35 millones de personas. O lo que es lo mismo, que aproximadamente el 70% de los electores no han dado su apoyo al Partido Popular. Por lo que la “amplia mayoría” de la que habla el líder de la derecha más bien parece, vista con esta perspectiva global, una  “amplia minoría”.  Más inquietante es aún, e incidiendo en el caso anterior, el escaso respaldo obtenido por CiU, que no ha recibido el apoyo del 81% de los electores catalanes, que es la proporción del censo catalán que se ha abstenido, ha votado en blanco, ha hecho voto nulo o ha apoyado a otras candidaturas. Por mucho que al Sr. Durán le parezca el obtenido un respaldo suficiente para su tijera o que el Sr. Rajoy considere que lo recibido en las urnas le da legitimidad para hacer desde el gobierno de la nación las mismas políticas que han desalojado del mismo al Sr. Rodríguez Zapatero.

Hagan cuentas, calculen cuánto apoyo tienen y cuánto no tienen entre la ciudadanía, piensen exactamente a qué pregunta respondían los electores y, después, absténganse de ejecutar piruetas exageradas y sin justificación porque la caída, como han visto algunos, puede ser muy dolorosa. Porque esta vez no hay red.


                                                                                      Manolo

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